Frustración: qué la causa y cómo gestionarla
Antes de meterme de lleno en el tema, me gustaría aclarar el porqué de este artículo sobre frustración. Digamos que hablar de este tema no es muy sexy, ¿verdad?
Lo que motiva este artículo es que hace algún tiempo recibo correos y mensajes vía RRSS cargados de tristeza, negatividad e incluso quejas. Muchos “no puedo” y pocos “haré lo necesario por conseguirlo.”
Las razones son diversas, pero en general tienen que ver con los temas de los cuales hablo: situación laboral.
Y eso me hizo recordar lo que viví sobre todo el último tiempo que trabajé para una multinacional. Era cotidiano escuchar personas quejarse de las tareas, de otros sectores de la empresa, del compañero, de…. Va, de todo!
Y, sin excepción, cuando preguntaba si estaban buscando otro empleo o aplicando para pasar a otro sector de la empresa, la respuesta era no.
No.
O sea… “No. ¿Pero me quejo porque me gusta?”
Perdón por la insistencia con el no, pero es que resulta bastante increíble que si una persona está en total disgusto con el lugar donde pasa la mayor cantidad de horas de su día, eso resulte en que se queje full time, pero no mueva un dedo por salir de allí.
¿Y sabes de dónde viene todo eso? Ni más ni menos que de la frustración. Seamos conscientes o no, cuando sentimos frustración, eso se traduce en mal humor, quejas interminables, negatividad y/o desmotivación.
Causas más habituales de la frustración
Ejemplos de las causas más comunes de frustración:
- Un objetivo no alcanzado. Por ejemplo un aumento de salario, o conseguir una determinada cantidad de ventas.
- Una situación idealizada que no se cumplió. Por ejemplo, un viaje que se idealizó durante mucho tiempo pero la experiencia no fue la esperada.
- Una acción concreta, no realizada, que se esperaba de una determinada persona. Por ejemplo, un empleado que deseaba un reconocimiento o valoración positiva por parte de su jefe.
¿Qué tienen en común todas estas situaciones? Expectativas propias no cumplidas.
Me gustaría hacer un alto aquí y comentar brevemente lo siguiente.
Debemos tener mucho cuidado con las expectativas que nos generamos. Porque imaginar o soñar es excelente, pero si tengo una meta que deseo alcanzar, con soñarla no alcanza. Realmente necesito sentarme a evaluar el contexto, los recursos con los que cuento y a partir de ahí, debo concretar una meta realista y alcanzable.
Habiendo hecho esta aclaración, pasemos a profundizar un poco en el significado de frustración.
¿Qué es la frustración?
Podríamos definir la frustración como una emoción que aparece cuando frente a un objetivo, surge un obstáculo que nos impide conseguir aquello que deseábamos o habíamos proyectado. Y cuando esto ocurre, podemos sentir ansiedad, rabia, depresión, angustia o ira.
Cuanto más lejos veamos nuestra meta, mayor será la sensación de fracaso, resultando de ello una emoción de frustración que muchas veces puede llegar a ser inconsciente.
Y aquí es importante retomar lo que te he planteado un poco más arriba. A veces (muchas de hecho), nos frustramos porque las metas o expectativas perseguidas han sido poco realistas y por ende difícil o imposible de alcanzar.
Con lo cual podríamos habernos evitado ese estado si tan solo hubiéramos dedicado un poco de tiempo a pensar claramente qué queríamos conseguir y cómo íbamos a hacerlo. Es decir, si nos hubiéramos marcado un objetivo realista y además hubiéramos delineado un mínimo plan de acción.
Ahora bien, si a todo esto le sumáramos un perfil autoexigente… ufff… es una bomba de tiempo.
Las personas muy autoexigentes tienden a vivir mucho la frustración. Y esto solemos verlo a nuestro alrededor en personas que aún obteniendo buenos resultados, para ellas no es suficiente. Por lo tanto les cuesta mucho disfrutar de lo que tienen o consiguen.
Ojo con esa voz interna que suele convertirse en nuestro propio crítico, porque puede generar estragos en nuestra mente. Por ejemplo, nos puede generar la creencia de que podríamos haber hecho las cosas mejor de lo que las hemos hecho. Y por consiguiente, que deberíamos haber conseguido un “mejor” resultado. Esto es justamente lo que ocasiona la aparición de la autovaloración negativa (pensamientos negativos sobre una misma).
Y encomillo el mejor, porque los resultados no son buenos ni malos, son resultados. Quienes los calificamos somos nosotras.
Puede sonar a frase hecha, pero realmente es así. Usualmente cuando logramos poner las cosas en contexto (y las analizamos fríamente), automáticamente las relativizamos.
Ahora bien, ¿cómo podemos gestionarla?
La respuesta a esto no es ni más ni menos que: ser flexibles. Es decir, si no alcanzamos la meta tal cual la habíamos planteado, tenemos la alternativa de plantear una nueva meta o bien de rever la meta original.
Esto nos permitirá canalizar nuestro esfuerzo y energía en la consecución de una nueva meta, o la misma pero más realista. Es decir, sacaremos el foco de “cómo nos sentimos” y lo pondremos en las acciones a realizar para alcanzar esta nueva meta.
Además, al ver que vamos dando pequeños pasos hacia un nuevo objetivo, esto impactará positivamente en nuestra autoestima.
Frente a una meta no alcanzada hay mucho por hacer, y justamente hasta tanto no consigamos salir de la emoción de frustración, difícilmente será que logremos “hacer” algo.
En este punto cabe preguntarnos, ¿estamos siendo realistas? ¿Hemos analizado qué se cumplió y qué no de nuestro plan de acción? De hecho, ¿hemos trazado un plan de acción? ¿Conocemos nuestras fortalezas y debilidades? ¿Estamos haciendo foco en nuestras oportunidades de mejora?
Preguntas de este tipo, no podrán ser contestadas hasta tanto no hayamos cambiado nuestra actitud y hayamos logrado gestionar nuestra frustración para pasar a un estado de motivación nuevamente.
Una vez que hayamos conseguido un cambio de actitud, recién ahí podremos analizar lo que corresponda y aprender de esa situación para no seguir repitiéndola a futuro.
Conclusiones
En conclusión, cuando nos quejamos mucho, estamos de mal humor o muy desmotivados en el trabajo, tiene que ver sin dudas con que algo que habíamos idealizado para nuestra vida no se está cumpliendo.
Es decir, hay algo a nivel profesional que deseabas alcanzar para tu vida y aún no lo has hecho.
Mientras te mantengas en ese estado, estarás en permanente frustración y tu forma de exteriorizarlo será con quejas y falta de entusiasmo en tu día a día. El típico “nada le viene bien”.
Así que si estás atravesando una etapa de frustración, te invito a preguntarte qué era lo que esperabas o deseabas para tu vida que no se está cumpliendo. Por ejemplo, «no es el trabajo que esperaba para mí a esta edad, me gustaría haber estudiado otra carrera, o estoy todo el día dentro de una oficina pero deseo más tiempo libre». Etc etc etc…
Cada uno sabrá qué es lo que no está funcionando.
Importante, fundamental, vital, indispensable (sí, todo eso): entender que el fracaso forma parte de la vida. No sólo que forma parte, sino que es necesario para aprender y evolucionar. Así que cuanto antes aceptemos que pasaremos una y cien veces por estadios de frustración, antes lo naturalizaremos y eso nos ayudará a gestionarlo mucho mejor.
Así que… no queda más que poner manos a la obra: menos queja y más acción.
Te espero en los comentarios o en [email protected] por cualquier consulta.